sábado, 13 de diciembre de 2014
miércoles, 23 de abril de 2014
domingo, 29 de septiembre de 2013
viernes, 28 de diciembre de 2012
Tierra, mar y hambre
Tierra Mar y Hambre
Sólo son cuadros, elucubraciones de un hombre que luego las pinta.
Sólo eso… cuadros.
Tierra Mar y Hambre
Tierra, ya saben, esa bola de piedra mojada que tiene como musgo.
Mar, su último refugio, el lugar donde se siente libre.
Y hambre… No sé si hablar de esto….o no….
Tendría que hablar de política y de religiones,
de dioses y de endiosados,
de imbéciles y de arrogantes,
de codiciosos y de verdugos,
de cabrones.
No voy a hablar del hambre… es que no quiero hablar de eso…
…es que sólo son cuadros.
martes, 27 de septiembre de 2011
sábado, 10 de septiembre de 2011
jueves, 11 de noviembre de 2010
¿Me veis?
Óleo sobre lienzo 116x81
¿Me veis?
Observo el mundo y veo miradas.
Veo miradas nostálgicas del que pudo hacer y no hizo, del que pudo haber sido y nunca se atrevió a ser.
Pero una vez en un mundo (no éste) vi a un niño que, jugando al escondite y cansado de que nadie lo encontrase, probó a esconderse detrás de un palo.
A sus amigos ya los habían descubierto hacía tiempo y él, cansado de esperar, ya no provocaba ruidos, se había quedado solo, detrás de un palo, sin pensar pero existiendo.
A estos niños se les acuña con el sello “niños de pasaje verde”.
Los niños de pasaje verde son niños abandonados que, por haber nacido con un problema de salud, no son susceptibles de adopción por una vía ordinaria.
Son niños que juegan al escondite y son pocas las madres que deciden jugar con ellos.
El miedo, que tan hábilmente esta sociedad nos ha inyectado, o quizá la falta de ruido que estos niños hacen, complica el descubrimiento de un camino emocionante, vertiginoso y siempre con un final tan incomparable como es el beso de un hijo.
Y aunque los niños, sorprendidos de haber sido descubiertos, permanezcan algún tiempo detrás de su ingenuo escondite, será el tiempo el que termine por derretir el hielo de sus miradas.
Observo el mundo y veo a gente
Veo a gente delante de una tele.
Observo al mundo (a éste) y veo a gente mirando a personas detrás de un palo.
Jano Muñoz
domingo, 5 de septiembre de 2010
miércoles, 9 de junio de 2010
jueves, 13 de mayo de 2010
miércoles, 5 de mayo de 2010
miércoles, 28 de abril de 2010
La era de la incomunicación: memoria de un cuadro.
"La era de la incomunicación, memoria de un cuadro":
Alguien dijo que son las palabras las que condenan al ser humano a la infelicidad.
Pero hablar no es sólo decir; la comunicación es algo más, son gestos, miradas… es una mesa con una botella de vino con dos copas siempre llenas y una montaña de colillas en un cenicero como único testigo del tiempo.
Esta comunicación es la que hoy está en declive; la falta de pausa, la prisa absurda.
Lo decía bien nuestro poeta mediterráneo: “llegamos siempre tarde a donde nunca pasa nada”.
Con esta incomunicación perdemos uno de los valores fundamentales del ser humano: la transmisión de datos.
Quizá por falta de curiosidad, o quizá por falta de admiración, ya no recogemos el testigo de nuestros padres y abuelos, sufriendo en nuestros tiempos una degeneración de principios básicos
Redes sociales, televisión y compañías de telefonía móvil nos han hecho creer que vivimos en un espacio donde permanentemente estamos unidos los unos con los otros, pero es mentira; estamos más separados que nunca: no nos vemos, no nos tocamos, no compartimos la energía vital que necesitamos para ser felices.
Estamos viviendo dentro de esa extraña niebla de verano que ahoga en el silencio la bulliciosa playa.
Alguien me dijo una vez que son las palabras las que condenan al ser humano a la infelicidad.
Es posible que sean las palabras, pero no el aliento que las guía.
domingo, 7 de febrero de 2010
Algunos de los cuadros de la expo en MoretArt
miércoles, 2 de diciembre de 2009
Exposición MoretArt Coruña
“Nunca perseguí la gloria”
Mentira; siempre la he perseguido, pero nunca la he alcanzado. Es posible que el problema radique en mi lentitud de paso pero, haciendo de las palabras de Saramago mi Biblia, os diré que el trabajo hay que hacerlo despacio, pero sin perder el tiempo.
Con gloria o sin ella, todos los días me encuentro en ese lugar: un lugar frío e inacabado, acompañado por un cigarro y un cazo sin mango, herencia de mi abuela, con -seguro- partículas de caldos, sopas y pucheros y que ahora me sirve de cenicero pendular.
Es en ese lugar donde trato diariamente de ordenar mi vida y en donde sueño con alcanzar la técnica de los antiguos, generalmente solo, o acompañado por algún modelo intimidado y sorprendido por mi transformación emocional al comienzo de una jornada más.
Hoy no acudí a ese lugar; hoy estoy sentado en mi cocina escribiendo este obligado texto, todavía con las tazas del desayuno en el fregadero y una botella en la mesa con dos dedos de vino, conscientemente abandonados en mi íntima cena del sábado.
En el ambiente, un sonido que taladra mi cabeza, procedente de un estúpido reloj y que, a menudo, me siento tentado a accidentar para silenciar un tiempo que cada vez me pone más nervioso y que me trae a la memoria los antiguos artículos de prensa donde me presentaban constantemente como una joven promesa.
El reloj me recuerda que empiezo a no ser joven y que es posible que la promesa nunca se convierta en juramento, pero también me recuerda que es él, el tiempo, el único que puede darme los conocimientos para ordenar mi vida y que quizá sea esa la gloria con la que sueño.
Jano Muñoz